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China se fija ahora en Taiwán


La invasión del territorio autónomo que reclama China desde 1951 no está en la agenda prioritaria de Pekín aunque tampoco es una maniobra descartada.


Apenas unas semanas después de que China pusiera en marcha su nueva ley de seguridad nacional que, de facto, ha suspendido la autonomía de la excolonia británica de Hong Kong y ha roto los acuerdos diplomáticos a los que llegaron Pekín y Londres en 1997 para hacer efectiva la transferencia de su soberanía, China amaga con tomar impulso en el frente abierto con Taiwán.


Con el fin de las protestas hongkonesas todavía en el aire, el mensaje de Taipéi es de emergencia ante el avance de China en el frente oriental. Una amenaza que ha llevado a Taiwán a mirar hacia Washington con el objetivo de estrechar nuevas relaciones y demostrar el celo que tienen desde la isla frente a las ansias imperialistas de la China continental.

En las últimas semanas, como lleva haciendo ya años en silencio y sin «levantar la liebre», China está realizando maniobras de «combate real» en el estrecho de Taiwán. El mar de la China oriental es una de las zonas calientes más convulsas del planeta.


La situación ni es nueva, ni el momento escogido es casual. Taiwán está creciendo al calor de los Estados Unidos. Para Trump la pequeña isla pacífica es el próximo objetivo para desestabilizar a su eterno enemigo. Washington está preparando una millonaria venta de armamento en Taipéi. Una situación de escalada que ha llevado al ministro de Relaciones Exteriores de Taiwán a implorar a la comunidad internacional ayuda para acabar con Pekín.


«Existe una posibilidad de realce una guerra con China» amenazó el representante taiwanés, Joseph Wu, quien denuncia la posición de «agresión autoritaria» que Xi Jinping muestra ante el territorio autónomo.

Por la otra parte, las acusaciones de invasión son «meras especulaciones» y acusa a Taiwán de rescindidir de manera unilateral los contactos estratégicos con Pekín al ponerse «completamente de lado de Estados Unidos».


Status quo


Desde que en 2013 XI Jinping asumió el control del «gigante asiático» la presión de la China continental sobre la República de China (Taiwán)- la provincia que desde Pekín califican como «separatista»- ha crecido. Un confrontamiento que amenaza ahora con convertirse en un enfrentamiento violento con enormes implicaciones internacionales, una escalada verbal y militar por las maniobras que realiza en la zona y que ha supuesto una tensión política de alto voltaje que implica directamente a EEUU, en medio de sus comicios presidenciales del 3 de noviembre.


Sin embargo, la guerra todavía queda lejos. China sabe que EEUU se opone a la reunificación dado que ello fortalecería la posición de Pekín en esta situación con la isla, y al mismo tiempo Washington no quiere quedarse al margen de los asuntos del estrecho con Taiwán bajo su influencia, que le puede servir para frenar la hegemonía china en una zona que se vislumbra como especialmente problemática en los próximos años.


A Taiwán le quedan 15 aliados diplomáticos. Con todo y con ello, y pese a las tensiones entre ambas partes, en 2018 China fue el socio comercial número uno de Taiwán representando el 29 por ciento de las exportaciones y el 19 por ciento de las importaciones del país, según datos últimos datos oficiales publicados por el Gobierno de la isla.


Pekín no deja de observar cualquier mínima fisura política dentro del país, pero la abultada victoria de la independentista taiwanesa Tsai Ing-wen, en enero pasado, no sólo consolida la democracia en la isla, sino que incrementa la tensión entre Taipéi y Pekín, que vio cómo su candidato prochino, el nacionalista del Kuomintang (KMT), Han Kuo-yu, se quedó con el 38,6 por ciento de los votos, frente al 57,1 por ciento de la actual jefa del Estado, del Partido Demócrata Progresista (PDP), en unos comicios avalados con la mayor participación democrática del país.

No obstante, el uso de la fuerza militar no se contempla por ahora en Taiwán y tampoco la República Popular China va a cometer en Hong Kong los mismos errores que ya cometió en el trágico desenlace de Tiananmen, en junio de 1989, y que tuvo importantes y duraderas consecuencias que aún no ha quedado olvidado.


China sigue y persigue su política de expansión territorial y de influencias. Es el único país que crece bajo la terrible pandemia del coronavirus según las ultimas estimaciones económicas que llegan de Pekín y que ponen de manifiesto el crecimiento de la economía del gigante asiático incluso cuando el resto del mundo todavía ve cómo la COVID-19 no deja despegar a sus economías.


Esta vitalidad de la economía podemos aventurar que tiene tanto o más ímpetu que los anhelos de una «Gran China». Deseos fervientes de expansionismo que ahora pasan por Taiwán, una democracia consolidada como pocas una zona convulsa del planeta donde se vislumbra cómo la presión de Pekín no hace más que incrementar las ansias independentistas del pequeño Estado insular.


Las dos Chinas


La República de China y la República Popular de China, Pekín y Taipei, continente e isla. Desde hace ya más de seis décadas nos encontramos con la dicotomía. ¿Existen dos Chinas? La respuesta es sí. Los orígenes de este eterno conflicto nos llevan hasta 1949, año del fin de la guerra civil China, y momento en el que se inaugura en estos dos estados: por un lado la República popular y por otro la República, a secas.

La independencia de la República popular es uno de los grandes anhelos que persigue el país. La presencia de Taiwán en la costa oriental del gigante asiático es uno de los grandes elementos amenazadores para Pekín.


Con todo y con ello y pese a que Taiwán sea hoy uno de los territorios más batallados entre Washington y Pekín la idea de tener un enemigo tan cercano a las puertas de China está llevando a la República Popular a considerar la opción de tomar por la fuerza Taiwán. Una medida a la desesperada y que le valdría China una gran reprimenda internacional y traicionaría la visión de ascenso pacífico que tanto han defendido los gobernantes chinos durante los últimos años. Además, contra vendría la legislación internacional y sería un gran varapalo para Pekín después de la controversia suscitada tras la aprobación de la ley de seguridad nacional que sometió a Hong Kong.


Por el momento, la única opción que le queda China es ahogar a Taiwán económicamente y políticamente. Dejar sin aliados a la isla y demandar una reunificación pacífica mediante la celebración de cumbres bilaterales; es la salida que le queda el gigante asiático para mantener en pie reivindicaciones territoriales en pleno siglo XXI.


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