Esa tasa de la que nadie habla
- Reportados TV
- 16 jun 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 18 jun 2020

Comúnmente se conoce como tasa rosa el coste adicional que poseen los productos cuando son destinados a mujeres, en especial cuando son funcionalmente idénticos a sus equivalentes destinados a los hombres.
Desde hace un par de años atrás, gracias a la iniciativa de numerosas asociaciones de consumidores, colectivos e instituciones esta realidad se encuentra en el punto de mira.
Un problema global
La tasa rosa es una realidad que afecta a la mayoría de las sociedades mundiales. A lo largo de los últimos años, diferentes organismos y expertos en la materia han elaborado estudios que reflejan esta práctica para visibilizarla, intentando mediante ello ponerle fin. Una de las primeras denuncias públicas tuvo lugar en el año 2012, en el programa de Ellen DeGeneres. La cómica y presentadora, hizo un monólogo (que más tarde se haría viral) satirizando la comercialización por parte de la conocida marca BIC de unos bolígrafos “para ella” (https://www.youtube.com/watch?v=YnomkjAJixk)
¿El precio? Dos veces más caro. ¿La diferencia? El color.

A raíz de actos como los de Ellen, la mosca de la existencia real y evidenciable de una discriminación de género en el ámbito del consumo, comenzaba a sobrevolar nuestra realidad. Por ese motivo, diferentes entidades y organismos iniciaron investigaciones sobre esa idea difuminada con el fin de establecer comparaciones reales que demostrasen la existencia de dicha tasa.
En 2015, la oficina de consumo de Nueva York realizó un estudio con 794 referencias de 91 marcas en 35 categorías distintas, comparando productos destinados a hombres y mujeres. Las conclusiones fueron que en un 40% de las ocasiones los productos destinados al público femenino son más caros y que, en consecuencia, las mujeres americanas pagan de media 1.400 dólares anuales más que los hombres por los mismos productos.
En España, la Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios en acción de Andalucía (FACUA) también ha realizado numerosos estudios al respecto. Uno de ellos advierte que existen productos que pueden llegar a ser hasta un 171 % más caros en su versión para mujer. Productos que según ha señalado en repetidas ocasiones su portavoz, Rubén Sánchez, son idénticos excepto en el color.
La Asociación para la Defensa de Consumidores y Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros (ADICAE) elaboró el pasado mes de marzo un informe denominado “El precio del rosa” en colaboración con la Junta de Andalucía. De los 1229 encuestados, un 66,7 % afirmó haber notado diferencias de precio en productos iguales, cuya única diferencia era el público al que iban dirigidos. La mayoría de las veces diferenciado mediante el color rosa.
Desde el comparador online Idealo, también han analizado esta realidad. Su estudio se centró en analizar los precios del sector de los perfumes. Tras comparar más de un centenar de productos en sus versiones para hombre y mujer, concluyeron que el 61% de las versiones femeninas de los perfumes analizados eran más caras que los modelos para hombres. El estudio, también especifica el sobreprecio al que se enfrentan los productos destinados para mujer. Un 7% más en fragancias y zapatos y hasta un 24% en relojes.

Es evidente que la tasa rosa es una realidad. Sin embargo, combatir dicha práctica no es tan sencillo como demostrar su existencia.
El margen de actuación respecto a esta situación es complicado. Las marcas, utilizan estratégicamente el empaquetado o el color rosa para conseguir dos objetivos. En primer lugar, como bien explica Josep Lladós, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, tiene una función relacionada con el marketing. Un empaquetado o forma estudiado cuya intención es que los colectivos a los que van dirigidos los identifiquen como idóneos y los seleccionen. Jugando con un factor emocional, impulsado a través de los estímulos de color o incluso de mensajes como sensitive. En segundo lugar, atiende a la necesidad de que exista un factor diferencial que justifique la discriminación en el precio, amparándose en esa realidad como defensa.
Es cierto que, en algunos casos los productos son más caros por la presencia de determinados componentes añadidos (como capas acolchadas de aloe vera en una cuchilla destinada a mujer, ya que se entiende que la piel es más delicada y el producto debe adaptarse). Sin embargo, librando esas excepciones de diferenciación real, la mayoría de los productos contienen exactamente los mismos componentes y el precio de la versión para mujer siempre es superior (véanse ejemplos*). En otras ocasiones, las marcas también juegan “al despiste”, fijando el mismo precio, pero con menos unidades de producto. Según Mencía de Garcillán, profesora del IES Business School, la explicación es que las marcas se aprovechan precisamente de que las mujeres están dispuestas a pagar más por artículos de cuidado personal.
Las marcas, a pesar de ser conscientes de que el reclamo de las diferentes asociaciones de consumidores que les exigen la eliminación de dicha tasa está fundamentado y representa la realidad, continúan defendiéndose argumentando lo que mencionaba previamente; al ser productos distintos es lógico que el precio varíe. Un ejemplo de ello es la multinacional Procter & Gamble, que es integrada entre otras por la marca Gillette. Dicha afirmación, como muchas otras que pretenden defender algo indefendible (por la existencia de evidencias que lo demuestran) ha sido contrariada por FACUA. Que, tras analizar los componentes en este caso de las cuchillas de la marca en sus versiones para hombre y mujer, y amparándose en el artículo 5 de la Ley de Competencia Desleal (que aborda precisamente la publicidad engañosa, es decir, estar indicado expresamente para mujer y ser idéntica a la versión de hombre) determinó que existe una discriminación real e infundada del precio.
A continuación, algunos ejemplos*:






Con el objetivo de medir el conocimiento social sobre esta realidad, he realizado una encuesta (se puede consultar en: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSfS6FiYDzSI66EYfeGxcCsjv-GjXFTtmEs1HC-Pl222k9sj5Q/viewform?usp=sf_link)
Con 476 respuestas, los resultados principales han sido estos:

Como se puede observar en el gráfico precedente, un 38,1% de los encuestados no tenía ningún conocimiento sobre la tasa rosa. Por otro lado, en la pregunta siguiente, que buscaba responder al porqué de dicha realidad, un 52, 4% afirmó que era un reflejo de la desigualdad existente, y un 31,7% encontró su explicación en que las mujeres son más propensas al consumo. Las personas que decidieron no marcar ninguna de las mencionadas, y escogieron la opción “otra respuesta” alegaron entre otras cosas que se debe a que las mujeres emplean más productos o incluso que se debe a victimismo por parte de las mujeres. Se puede observar a continuación:

En el último punto relativo a la tasa rosa, la pregunta que se formulaba era: ¿Qué crees que se debería hacer al respecto? Ante ello un 15% de los encuestados declararon “nada”, “continuar”, o bien “me es indiferente”
Como consumidores, ¿qué debemos hacer?
Es evidente que la tasa rosa existe, y afecta a más de la mitad de la población del mundo. Sin embargo, la conciencia y conocimiento social no es todavía el que debería, ya que existe un gran porcentaje de personas que desconocen la realidad detrás del precio de un producto. Y, sin conocimiento es imposible emprender el camino hacia un cambio real. Es necesario que como consumidores nos mantengamos alerta y prestemos atención en qué compramos y porqué. Quizás muchas de las veces lo que pensamos y lo que en realidad es el producto, difiere de manera rotunda. Hacernos conscientes de las estrategias de venta que emplean las marcas (como el color, o el embalaje), nos proporcionará una mirada más crítica y fomentará en nosotros un anticonformismo sano.
Por otro lado, un mensaje de esperanza: estamos en el camino correcto. Como he mencionado anteriormente, ya existen sentencias favorables a los defensores de la igualdad en el consumo. En la era de la concienciación social, cuando tenemos más canales y vía de difusión de denuncias que nunca, tenemos en nuestras manos la oportunidad de conseguir el cambio: erradicar para siempre la desigualdad en todas sus formas.
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